Los hijos experimentan un mayor sentido de responsabilidad que los cónyuges, y reciben la tarea del cuidado de los padres como una obligación, mientras que para las parejas es uno más de los compromisos tácitamente adquiridos por el hecho de ser esposo.
Los hijos experimentan una sobrecarga mayor que los esposos, pues en ocasiones al cuidado de sus padres enfermos se añaden otras responsabilidades sociofamiliares ineludibles, como el trabajo o el cuidado de su propia familia. Este hecho puede contribuir a que, si el hijo es cuidador principal, el paciente sea institucionalizado más precozmente.
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